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Como bien sabes, en términos contabilidad financiera, las cuentas del activo reflejan los bienes y derechos tangibles e intangibles que posee un ente económico en particular, y que de por sí constituyen una fuente potencial de beneficios presentes o futuros. Pero, ¿Qué cuentas lo componen y cómo se clasifican? Aquí te contamos qué cuentas integran el activo.
Toma nota de cada una de ellas:
Activo circulante |
Activo fijos (Tangibles y no tangibles) |
Otros activos |
Caja |
Terrenos |
Bienes de arte y cultura |
Bancos |
Construcciones |
Diversos |
Deudores |
Maquinaria |
|
Cuentas de existencias: |
Mobiliario |
|
Valores negociables: |
Equipos |
|
Inversiones |
Elementos de transporte |
|
Inversiones |
Generalmente, las cuentas del activo se distribuyen entre el activo circulante, el activo fijo y otros activos, permitiendo así una perfecta sistematización que facilita la elaboración de estados contables. A continuación, realizaremos las definiciones de cada una de ellas. ¡Sigue leyendo!
El activo circulante o cuenta de activo corriente hace referencia a los bienes y derechos líquidos de una empresa, es decir, el efectivo y otros recursos que se pueden emplear, vender o consumir en cualquier momento durante el corto plazo, generalmente entendido como el ciclo normal de operaciones de la empresa.
Entre las cuentas que integran el activo que constituyen el activo circulante, las más comunes son:
Estos son los grupos de cuentas que integran el activo más representativos del activo circulante. Pero, en general, son parte de esta categoría todas las cuentas cuya realización se espera en un periodo inferior a un año o al ciclo normal de operaciones de la empresa y juegan un papel importante en el cómo hacer un balance general.
Los activos fijos o cuentas de activo no corriente hacen referencia a los bienes de un ente económico, ya sean tangibles o intangibles, que no pueden convertirse en líquidos en el corto plazo y que, por ser necesarios para el funcionamiento de la empresa, no pueden destinarse a la venta. Por lo general, se clasifican en:
En ese sentido, las cuentas más representativas del activo fijo en contabilidad son:
Vale la pena hacer la salvedad de que los negocios que se encargan de la comercialización de este tipo de bienes, como las inmobiliarias o las comercializadoras de equipos, deben registrarlos en sus activos circulantes pues los harán líquidos en el corto plazo.
Adicionalmente -y teniendo en cuenta que dentro de los activos fijos también se registran los bienes intangibles- debes pensar en las cuentas que albergan marcas registradas, patentes, derechos de autor y licencias y permisos.
En esta categoría se registran aquellos bienes que no pueden ser clasificados claramente en los grupos anteriores, para los cuales no se mantiene una cuenta individual.
Entre las cuentas más importantes dentro de esta categoría, se encuentran los siguientes grupos:
Bienes de arte y cultura: hacen parte de este grupo las cuentas que registran el costo de las adquisiciones efectuadas por la empresa en obras de arte, artesanías y libros.
Diversos: registra, principalmente, el costo de todos los activos no determinados en las cuentas anteriores. Las subcuentas que lo componen, generalmente, son: los bienes entregados en comodato, los bienes recibidos en pago, los derechos de sucesión, los ajustes por inflación y las provisiones.
Estas son todas las cuentas del activo más utilizadas por la mayoría de las empresas del país. Pero ten presente que pueden variar o ampliarse según las características específicas de la contabilidad del negocio. Lo importante es que tengas claros los conceptos de “fijo”, “circulante” y “otros” para que puedas categorizar correctamente cualquier cuenta nueva que se te presente.
Está claro que seguir las cuentas del activo es parte fundamental del control operacional, transaccional y financiero: resulta esencial no omitir esta labor si se quiere llevar una contabilidad ordenada.
Igualmente, este proceso es clave para dos aspectos esenciales en la gestión, la planificación y prevención financiera, ya que también tienen incidencia contable. Para ser más específicos, nos referimos a:
Tal como lo establecen la NIC 36 y las buenas prácticas de contabilidad, es importante seguir de cerca el deterioro del activo, es decir, las mermas en los importes de los bienes de un ente económico.
Según los criterios de esta norma internacional, un activo está deteriorado cuando se encuentra contabilizado por encima de su importe recuperable.
Además, existen diferentes criterios y situaciones que alertan sobre posibles problemas con los activos, como:
Cuando se identifica el deterioro de activos —de acuerdo a recomendaciones de las NIIF— es necesario estimar el importe recuperable y reconocer en la contabilidad esta pérdida, pues solo así podrás mantener un registro de capital preciso y transparente.
De acuerdo a las NIIF, el patrimonio es “la participación residual en los activos de una entidad, una vez deducidos todos sus pasivos”.
Como ya sabes, los activos son todos aquellos bienes y derechos que se poseen y que representan un beneficio o recurso económico, mientras que los pasivos son obligaciones presentes de un ente que le demandan desprenderse de recursos y hacer desembolsos de capital.
Por esa razón, para evaluarlo es esencial registrar las cuentas de los diferentes activos y conocer la realidad de los mismos: para las empresas, tener una referencia cierta y precisa del patrimonio es fundamental para la toma de decisiones.
Por ejemplo, permite identificar cuándo es necesario impulsar una política de reducción de gastos. También, ayuda a invertir estratégicamente, así como a medir la capacidad de endeudamiento.
Por otro lado, se trata de un indicador que hay que tener muy presente en tiempos complejos, en los cuales el flujo de caja puede experimentar dificultades.
En los últimos años, los procesos contables se han visto favorablemente impactados por las tecnologías de la información y la comunicación.
Anteriormente, tareas como el registro de los activos y sus cuentas demandaban una gran cantidad de tiempo y esfuerzo, pues el contador necesitaba tener a mano todas las transacciones y sus soportes físicos para ingresar valores y actualizar información.
En cambio, ahora gracias a la implementación de un software contable se puede establecer un plan de cuentas corrientes predefinido o personalizado, el cual automatice esta labor por medio de la carga masiva de documentos.
Incluso, el sistema genera de manera automática reportes como balances de 8 columnas y estados de resultados que resultan claves para la supervisión de los activos.
En concreto, incorporar a las operaciones un software de este tipo proporciona beneficios como:
Lógicamente, al automatizar aspectos claves en el registro y la clasificación de activos, los procesos contables se desarrollan con mayor agilidad y rapidez.
Al mismo tiempo, la automatización va de la mano con menores probabilidades de errores y omisión de información de interés.
En virtud de ello, el uso de software contables permite evitar los costos extras asociados a las fallas y la repetición de tareas.
Además, al fomentar la digitalización, se reducen costos en papeles e insumos de impresión.
De manera simultánea junto a la optimización de la gestión de cuentas del activo, un software contable te permitirá empezar a emitir facturas electrónicas.
Gracias a esta integración, lograrás la modernización general de tus procesos contables y podrás centralizar los comprobantes de las operaciones que influyen en los estados financieros y en el registro de cuentas.
Además de centralizar todos los datos necesarios para el registro de la cuentas del activo, un sistema de contabilidad genera copia de seguridad de los mismos y, en general, se encarga de protegerlos y resguardarlos de forma segura.
Por ese motivo, no tendrás problemas de pérdida de información que luego dificulten un correcto registro y seguimiento de los diferentes activos y movimientos.
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